viernes, 5 de septiembre de 2008

Manuela

La palabra "masturbar" viene del latín combinando las palabras "manus", mano, y "strupare", profanar. Con toda la parafernalia ideológica esgrimida en los últimos siglos contra los placeres del autoerotismo sorprende comprobar cómo no aparece señalada en los anales de las prohibiciones y castigos en la historia de lo sexual. Esta actividad de búsqueda del propio placer fue tomada con benigna indiferencia por muchos siglos, hasta que arrasó con un pánico moral y médico hacia 1700 considerándola entonces perjudicial. Los valores vigentes en una cultura determinan la definición de lo que es enfermedad.

Para la Roma y Grecia antigua, la masturbación era vista poco más o menos como una solución práctica al problema del exceso de esperma. Galen, un médico del siglo II citaba, dando su visto bueno, la anécdota de Diógenes el Cínico, quien después de estar esperando a una prostituta que no llegaba, decidió hacer el trabajo él mismo. En las páginas de los teólogos cristianos medievales que listan los pecados sexuales, no existe mención sobre la masturbación, careciendo de interés y de una palabra para la misma. Tan sólo una importante figura del siglo XI especifica con benevolencia: "10 días de leve penitencia si un chico lo hiciera solo; tres veces si fuera en compañía". Por siglos hubo poca evidencia del escándalo moral hasta que, en 1712 se publicó en Londres una obra que llevaba un pesado y alarmante título que toma el nombre "Onan" de la historia del Génesis a quien Dios abatió con un rayo por elegir derramar su semilla sobre la tierra antes que dormir con la esposa de su hermano muerto: "Onania, o el atroz pecado del auto-derrame de semen, y todas sus horrendas consecuencias en ambos sexos, considerado como consejo espiritual y físico para aquellos que ya se hirieron con esta abominable práctica". El artículo denunciaba que el "Voluntario auto-abuso" era una epidemia de diagnóstico desesperado sin la ayuda de remedios médicos comercialmente disponibles. El folleto llegó a una ordinaria charlatanería que inspiró legiones de sofisticados discípulos. Para el tiempo de la Ilustración, los peligros de la masturbación habían llegado a ser una obsesión. Voltaire lo denunciaba como "Pervertido auto-enamoramiento". Rosseau lo condenó como el equivalente al auto-esclavizamiento. La consagración definitiva de la enfermedad se alcanzó con la publicación en 1760 de la obra de Tissot: "El Onanismo. Disertación acerca de los males producidos por la masturbación". Hacia mediados del siglo XIX se desarrollaron artificios para combatir el vicio: alarmas de erección, cajitas para el pene, guantes para dormir, estructuras de cama para mantener las sábanas lejos de los genitales, Cadenas para evitar que las chicas abrieran sus piernas...

¿Qué ocurrió para que se produjeran estos drásticos cambios que empujaron una histeria cultural sobre la masturbación, cuando por siglos su importancia había sido soslayada? Alrededor del siglo XVIII, el siglo de la Ilustración, hubo un cambio convulsivo en el modo como las diferencias entre el hombre y la mujer habían sido entendidas hasta ese momento. Hasta entonces existía un "modelo de sexo" en el cual las mujeres eran consideradas como pequeñas, imperfectas versiones del hombre -y no menos orgásmicas-. El modelo fue sustituido por la noción de "dos modelos de sexo" en el cual, los hombres y las mujeres eran vistos como opuestos, llegando el orgasmo femenino, largamente considerado esencial para la concepción, a desaparecer de los archivos históricos durante la Ilustración. Además, la sociedad del siglo XVIII se encontraba al borde de grandes modificaciones económicas. Comenzaba una nueva economía comercial dedicada a la satisfacción del deseo individual y para la clase media creciente existía un nuevo énfasis en la vida privada, incluyendo la lectura de novelas realizadas en solitario que permitía el libre despliegue de la imaginación. Este contexto habilitó que la masturbación representara el lado oscuro de la transformación social destilándose en ella todos los temores y represiones asociados con la imaginación, la soledad y el exceso.







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