Entre las respuestas a estos cuestionamientos, encontramos que la telenovela transmite modelos y principios que sustentan los grupos sociales hegemónicos. El relato de todas las telenovelas, conforma una ficción veraz, ya que en el mundo de la realidad, las relaciones entre las clases sociales dedicadas a diferentes actividades son distantes o tensas. En este contexto se insertan los personajes –como en el teatro, en las novelas y en los cuentos- cuyas fantásticas historias construyeron arquetipos gracias a una metáfora total de la realidad, también llamada fabulación. La telenovela a la vez metaforiza –aunque en menor grado-, sólo hasta tanto se lo permita su carácter de discurso mediático, con el objetivo de mantener la situación social tal como está, convirtiéndose por tanto en un discurso conservador, cuyo efecto se manifiesta en las interrelaciones cotidianas.
A diferencia de la literatura que desafía al lector, el fin último de la telenovela consiste en complacer al máximo a la audiencia. Reconocemos que forma parte de la cultura popular mediática y que aporta contenidos, temas de reflexión y valores sociales, éticos y estéticos, mediante los cuales conceptualiza la realidad; pero, sus relatos reproducen las estructuras de poder vigente; legitiman el abuso social; justifican la exclusión y marginación de clase, de género, de raza, de etnia; validan la pobreza para unos y la riqueza para otros.
Finalmente, la telenovela opera como un freno frente a las posibles transformaciones sociales y, a la posibilidad, de que ciertos sectores se autodeterminen, como es el caso de la mujer, de los marginados, de las minorías étnicas y logren adquirir el status que legítimamente les corresponde en la sociedad y la vida.
jueves, 11 de septiembre de 2008
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