miércoles, 28 de marzo de 2012

Besos sin anestecia

Hay besares que son pesares. Hace ya algunos meses, en nuestra ciudad, en nuestro barrio, echaron a dos muchachos del lugar donde estaban bailando, por cometer la osadía de besarse con uno de esos besos que desaquietan las tardes.
Fue un beso que levantó polvareda, como suelen hacerlo los buenos besos. Lo que más me soliviantó, no fue que los invitaran a retirarse del local, sino que muchos de nosotros apoyáramos a los dueños del local, en su acto higienista. Hubo, claro, un movimiento de repudio al centro bailable y hubo una manifestación en apoyo a los besuqueiros. Manifestación que prometió muchos besos de besares pesarosos, pero que en los hechos el único beso que vi fue a solicitud de un canal de televisión que quería aumentar el rating del informativo de la noche.
Fui a la marcha cargado de besos, besos de esos que se desenvuelven en el pasto al sol en otoño y a la sombra en verano. Esos besos que huelen a tierra húmeda y poco se importan del mundo y sus consecuencias.
Aquí va la serie de besos con gusto a balas.

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